Una historia de Bernardo Martín del Rey

 
 

LEYENDA DE LA BUENA SUERTE

Por B. Martín del Rey

 

“Que por mayo era por mayo…” cuando Bernardo Bueso, vecino de Fondón, invadido de irremediables preocupaciones, emprendía camino incierto, en busca de mejor suerte que la que le deparaba el Valle del Andarax. Cansado el pobre de hacer ratoneras y jaulas de alambre, que a fin de cuentas, poco le reportaban para las extremas necesidades de su hogar, y lo que fue causa de perder el “abolengo de su apellido Bueso” y le dieran el apodo de “Ratoneras”, que suponía menosprecio. Decidióse a probar fortuna; echó a “cara o cruz” una moneda y la salió “cruz”. No lo pensó más, y una mañana de primavera tomó la Sierra para cruzar el Puerto de la Rawa, con idea de parar en Granada. A sus espaldas quedaba el Valle Sombrío con entrecejo misterioso: Laujar, atalaya blanca; Presidio versículo del Korán y el Fondón como Almuezín del “Alasar”, arrodillado bajo los oscuros olivares; también allí su casa, hermética y guarnida por un gracioso huertecillo con morales. Su mujer Faustina Enríquez y con ésta su pequeño hijo José. De trecho en trecho volvía la cabeza; se le oprimía el corazón. A punto estuvo de volverse, pero ya dominaba desde el Cerro de la Almirez el Valle de Guadix. Del Veleta bajaba un fino viento helado y por todos los barrancos y vertientes corría el agua con griterío de vida. El horizonte se le abría en fúlgidas claridades. Al amanecer del día siguiente entraba en la gran ciudad granadina, que aparecía envuelta en fragancias, entre la tibia luz matinal de alburas y oros. ¿Qué hacer ahora?- se preguntó-. Y se sentó a descansar en una plaza. Todavía era temprano para visitar al Marqués de Campohermoso (Don Francisco Godoy y del Moral Peralta y Cuesta, natural de Fondón) que era pariente de su mujer. Pero en la marquesa, Doña María de la Cabeza de Godoy y Angulo, tenía la esperanza de ser favorecido. Hizo tiempo. Anduvo largo tiempo por la ciudad. Calle de Mesones, Puerta Real, Carrera de las Angustias, Carrera del Darro… Aquí por inesperada razón, paróse a hablar con un viejo alabartero, que acababa de abrir su tienda y ordenar el trabajo de la mañana. Se atrevió a ofrecerse como aficionado a la guarnicioneria, marcando a fuego cueros de atalajes. En la conversación le refirió el motivo de su viaje a Granada.

– ¿Ha dicho usted que es de Fondón? –preguntóle el guarnicionero con súbito interés.

– Sí, de Fondón. Allí nací, allí tengo mi casa y mi familia.

– ¿Y dónde está ese pueblo?

– Está allá donde el Río Andarax une de manos  a Sierra de Gádor con Sierra Nevada. Es un pueblo que piensa a lo cristiano y sueña a lo morisco.

– La verdad amigo –agregó el artesano- que yo tengo a ese pueblo en mi imaginación constantemente. Verá usted. Hace tiempo soñé, que en un lugar de ese nombre, en una casa grande con huerto, al pie de un moral cuyo tronco está cubierto de yedra, junto a una “pontanilla”, hay un tesoro enterrado. Créame que no se me borra de la imaginación lo que vi en aquel sueño. Cierro los ojos y veo el sitio, el moral, la yedra y la pontanilla… ¡Y a lo mejor todo es verdad…! ¿Qué le parece?

Bernardo Bueso escuchaba con asombro el relato que le hacía el talabartero. Una oleada de sangre le subia de pies a cabeza. Y casi que comenzó a temblar. “El huerto, el moral, la pontanilla que daba paso al agua de la acequia…” Todo estaba en su casa. ¡Sí, sí, era su casa…! ¡En la que él vivía! ¡El viejo caserón de sus abuelos los “Buesos”…! ¡ En el Barrio Bajo de San Bartolomé pasando el Arco de la Lonja. Todo coincidía. ¿Pero era posible que en el ensueño del talabartero estuviera su suerte? Y también comenzó a soñar. Despidióse del viejo guarnicionero, y en aquel mismo momento emprendió su regreso a Fondón; esta vez por Las Alpujarras altas. Al siguiente atardecer, entraba en el Valle por el dilatado Llano de Laujar. No sabemos de sus penalidades en el camino… “que por mayo era por mayo”, y los frutos estaban en flores de promesa. Llegó al pueblo aspeado y deshecho del largo caminar. La mujer le recibió alarmada, creyéndole enfermo. La emoción le sujetaba la palabra. Una vez sosegado contóle a Faustina lo que le había contado en Granada el talabartero de la Carrera del Darro. Ninguno de los dos pudieron conciliar el sueño ni comprender el misterio que aquel relato tenía. Se levantaron apenas empezó a clarear. Sigilosamente marido y mujer bajaron al huerto, provistos de azadas, y nerviosamente comenzaron a remover la tierra bajo el moral y junto a la pontanilla. A poco dieron con una ancha laja de río; la levantaron y hallaron otra nueva losa atravesada. Les ahogaba la emoción. Unos golpes más y apareció la boca de una enorme tinaja de barro empotrada en un hueco de piedras y yeso. Con agitación y recelo, como si estuvieran cometiendo un robo, tras grandes esfuerzos sacaron la tinaja y la arrastraron hasta el corral de la casa. La examinaron con mucho tiento y, el asombro les hizo estremecerse… ¡Dentro de la tinaja había un pellejo de buey, una extraña corambre, repleta de piezas de oro, monedas, figuras y otros objetos del mismo metal! ¡Ay Dios mío, somos felices! ¡Somos ricos! Somos dichosos –murmuraba Faustina-. ¡La suerte, la suerte! -repetía el hasta entonces desventurado Bernardo Bueso-. Se miraban con una inmensa interrogante de felicidad. Los dos rompieron en sollozos. Colgadas de la pared había dos “ratoneras”, las últimas que había confeccionado el pobre fondonero, y las alcanzó para pisotearlas.

¿Y aquel tesoro allí, en aquella casa, quién y por qué lo enterraría? Sin duda alguna se pudo apreciar que tenía la antigüedad de finales del siglo XVI. Los moriscos expulsados lo abandonaron. Bernardo Bueso vióse de la noche a la mañana convertido en el vecino más rico de aquella comarca. Explotó minas en la Sierra de Gádor – “La Adelaida”, la “Susana”, la “Esperanza”, la “Consolación”-, compró haciendas, construyó casas. Se hizo famoso por adinerado. Le propusieron negocios de astronómicos rendimientos. Estableció una Venta para diligencias y caminantes, en el término de Fiñana. Levantó en Almería el Palacio, tema de esta “leyenda” destinado a Fonda de lujo, casa de baños, y Casino; brilló y tuvo poderío. Mas no todo fueron satisfacciones y complacencias. La envidia trató varias veces de estropear y malograr sus empresas, y apeló a todos los medios al alcance de la iniquidad, a la difamación, a la injuria, a lo mezquino, a lo inocuo. En los momentos de mayor esplendor de su vida, hubo indignos que le recordaron con menosprecio de su grandeza y mérito, sus tiempos difíciles, llamándole “Ratoneras”. Pero el magnate fondonense quiso humillar a sus detractores, y se le ocurrió enlosar el pavimento de sus grandiosos despachos del Paseo del Príncipe, con monedas de plata de cinco pesetas. Elevó instancia al Gobierno y le fue autorizado su capricho, con la condición de que las monedas fuesen colocadas de canto, para que la efigie de Rey y el Escudo de España no fuesen pisados, por el respeto debido a la Monarquía y a la nación, que representaban la gracia de Dios. Nuestro paisano, prudente y respetuoso, renunció a la vanidad y al orgullo, y dedicó después parte de su dinero a ornamentar con bellas imágenes y retablos de ricas tallas doradas, la iglesia parroquial de su pueblo. En algunos altares se leía esta inscripción: “A devoción de Bernardo Bueso. Año 1860”.

La incultura roja en 1936 incendió el templo parroquial y desaparecieron las bellísimas obras de arte religioso.

Quedaba como recuerdo del romántico prócer el palacio del Paseo del Príncipe, que ahora (según rumores) va a desaparecer. Desde sus balcones y terrazas se divisa el mar en dilatado horizonte, la vega hasta el río en un inmenso litoral que alcanza hasta Sierra Alhamilla, y un espléndido panorama de montañas azules y malva, que se recrean en el ensueño de la ciudad y la envuelven en la suave luz rota en maravillosas transparencias.

La Voz de Almería, domingo 20 de junio de 1965

 

 

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3 respuestas a Una historia de Bernardo Martín del Rey

  1. Joaquín dijo:

    En este dibujo se ve en la izquierda la magnífica casa que Bernardo Bueso tenía en Fondón. Actualmente la habitan José Ventaja y Ángeles Álamo.

  2. Rodríguez Martínez Manuel dijo:

    Don Bernardo Martín del Rey, fue un gran poeta,escritor y cator de la Virgen del Mar,del Saliente y otras. En su libro Almería, que tengo en mis manos, se ve su inquietud y religiosidad en todo lo tocante a la Iglesia Católica.

    • Rodríguez Martínez Manuel dijo:

      Don Bernardo Martín del Rey, fue un gran poeta, escritor y cantor de la Virgen del Mar, del Saliente y otras. En su libro Almería de la editorial Everest, que tengo en mis manos vienen muchos poemas de este autor.

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