LA ERMITA DE SAN ANTONIO
La pequeña ermita de San Antonio se situaba por encima del pueblo de Fondón, a las afueras del mismo, pero muy cerca de las últimas casas del Barrio Alto, en la que fue conocida como Calle del Águila. Se trataba de una pequeña y sencilla construcción, de unos 6 m2, construida a base de mortero y piedras del lugar, y que estuvo cubierta con un tejado a cuatro aguas. Esta tipología constructiva, de carácter eminentemente popular, podemos observarla en otras pequeñas ermitas del Valle del Andarax y de La Alpujarra, normalmente dedicadas a las Ánimas Benditas del Purgatorio, como la que se conserva en Fondón.
Estas pequeñas dimensiones, y sobre todo su fuerte carácter popular es la causa por la que los restos y rastros documentales para averiguar datos sobre su origen sean casi inexistentes.
Muchos y antiguos son los testimonios de la devoción a San Antonio en Fondón. Desde el siglo XVII aparecen en las mandas testamentarias de los vecinos, misas a este santo. En los inventarios realizados para repartir los bienes de los difuntos entre sus herederos, son también frecuentes las imágenes, sobre todo lienzos, que se guardaban y veneraban en las casas de particulares.
En los edificios religiosos de Fondón también se custodiaban imágenes y cuadros de este santo: esculturas en la Ermita de la Virgen de las Angustias y en el Oratorio del cortijo de Cacín, lienzo en la Parroquia de San Andrés, todos del siglo XVIII.
La devoción a este santo trascendió incluso fuera del hecho propiamente religioso, dando lugar, por ejemplo, a la denominación de alguna mina en el siglo XIX, y por supuesto, a denominar el entorno donde se situaba esta ermita, conocido como Paratas de San Antonio.
La no inclusión de esta ermita en los inventarios que se conservan en la Parroquia de San Andrés, puede deberse a su carácter popular y privado. Probablemente fue construida por iniciativa particular de algún o algunos vecinos, devotos del santo. Sin embargo, el construirse fuera de una parcela particular, en un camino, nos hace afirmar el carácter popular que tuvo desde un primer momento.
Su fecha de construcción, desconocida por el momento, podemos situarla en el siglo XVIII. Las principales salidas del núcleo urbano de Fondón en esa época contaban con algún elemento sacralizador del espacio, de manera que sirviese para eliminar la malicia que pudiera venir de los caminos, y de último recuerdo a los viandantes para encomendarse a Dios en sus viajes o salidas. A esta intención sacralizante del espacio se unía otra intención práctica, como era la de asegurar el camino, pues a menudo se iluminaban, haciendo estos lugares más seguros y transitables. Hacia Alcora y Almería, por el levante, estaba la Cruz de San Marcos; hacia Fuente Victoria y Ugíjar, por el poniente la Ermita de las Angustias; hacia la vega y el río Andarax, encontramos las cruces de San Bartolo y de Santa Ana; hacia los secanos del llano y las eras de Bezuaique, están las cruces del Calvario. En el camino que subía a la sierra, y sobre todo a la Balsa y Molino del Lugar, construidos a comienzos del siglo XVIII, y por tanto, un camino enormemente frecuentado desde entonces, es donde se construyó esta ermita.
A esto hay que añadir la presencia casi constante de los frailes franciscanos del cercano convento de Laujar, fundado a finales del siglo XVII, y que sin duda promoverían entre los vecinos de Fondón la devoción a sus santos, siendo unos de los más importantes la figura de San Antonio de Padua.
Se une a esta ermita otro valor cultural y antropológico, pues era el lugar de reunión de los jóvenes para las comidas y meriendas del Jueves Lardero, festividad que anunciaba el Carnaval.
Como las demás construcciones religiosas, durante la Guerra Civil sufrió destrozos. Poco después fue abandonada, siendo su estado de ruina hasta que desde hace unos diez años se está intentando su recuperación.
Joaquín Gaona Villegas
Fondón, a 20 de abril de 2006